El triste, entonces, conforma en sí mismo, diariamente, la aristocracia
de la soledad.
¿Cabría establecer relación entre esta manifiesta voluntad de
recoger únicamente lo primigenio, lo esencial, y la que expuso
Edmond Jabés cuando dijo: “En mi caso, el aforismo -lo que
podríamos llamar la frase desnuda- surge de una necesidad
de rodear a las palabras de blanco para permitirles respirar”?
El silencio humano, digamos como conclusión, lleva aparejado
un cierto sentido religioso. De ahí que el silencio y el contenido
formal trascendente vayan asociados para el entendimiento.
Una distinción pues, una manera elegante de conformar el noble
sentido de la soledad.