El caos no deriva del cardo, sino
de la ignorancia del mismo. No exige
fervor (algo más propio de sombras) pero sí
el mirarle y reparar en su azul armonía.
Cómo sostiene, tan seco, el equilibrio
deun paisaje desnudo que invita a pensar
en lo sustancial, en la materia quieta
y así aleja el olvido
Magistral. Siempre acertado. Siempre estimulante.
Encierra una gran lucidez conceptual que se proyecta en reflexiones ontológicas insinuadas en breves y escuetas palabras.